5. El nuevo estado soviético
La Rusia surgida de la guerra civil era un país destrozado y hambriento.
La rebelión de los marinos, célebres por su apoyo a los bolcheviques, de
la base naval de Krondstadt en marzo de 1921 mostró a
Lenin el alcance del
descontento popular. La respuesta del gobierno comunista fue un giro
importante en la política económica, la NEP. La liberalización controlada
de la economía permitió la recuperación económica.
La guerra civil había supuesto una verdadera tragedia para un país que
había sufrido anteriormente una guerra mundial y una revolución. Los
efectos perniciosos del “comunismo de guerra” agravaron aún más el coste
humano y económico para el nuevo estado comunista.
Esta terrible situación interna se inscribía en un contexto internacional
decepcionante para los bolcheviques.
Lenin y sus seguidores habían siempre
considerado que la revolución en Rusia sólo se salvaría si se extendía a
los países más desarrollados de Europa. Sin embargo, sus sueños de una
revolución mundial se desvanecieron pronto. El fracaso de los
espartaquistas en Alemania y de los comunistas de Bela Kun en Hungría
hicieron evidente en 1919 que la revolución soviética rusa debía seguir su
camino por sí misma, sin aliados externos.
El “comunismo de guerra” no desapareció totalmente cuando concluye el
conflicto civil y la intervención occidental. Sin embargo, la crisis
agrícola de 1921 alcanzó una intensidad tal que hizo peligrar el apoyo de
los trabajadores industriales y los habitantes de las ciudades al
bolchevismo. Un sector del campesinado ya venía manifestando su oposición
a un modelo económico de excepción que les ofrecía poco o nada a cambio de
sus productos. La repuesta de los dirigentes soviéticos consistió en una
marcha atrás a favor del mercado y de la propiedad privada. En marzo de
1921 se inició la Nueva Política Económica (NEP), que se mantuvo en vigor
hasta 1928.
Las nuevas directrices económicas autorizaban a los campesinos a vender su
producción a particulares o a organismos estatales. Se permitió también el
comercio privado, por lo general al por menor. El comercio exterior se
recuperó, aunque nunca volvería a alcanzar los niveles de preguerra. La
reorientación económica alcanzó también a la moneda y las finanzas
públicas. Una especie de patrón oro fue introducido en 1922. Por su parte,
la reducción del gasto estatal y el aumento de los impuestos también
contribuyeron a la estabilización de los precios. Las empresas
industriales de mayores dimensiones permanecieron en poder del Estado,
pero sus directivos fueron alentados a gestionarlas siguiendo algunos
criterios típicamente capitalistas. Los principales bancos continuaron
estatalizados.
Los resultados no se hicieron esperar. Los niveles de producción de los
sectores agrícola e industrial eran en 1927 o 1928 como los de preguerra.
Ahora bien, pese a cierto retorno al mercado, la economía de los años
veinte era distinta a la del último zarismo. Los mecanismos mediante los
cuales se efectuaba la producción, el intercambio y la distribución
presentaban importantes novedades. La sociedad era más igualitaria. El
emprendedor, grande o pequeño, individual o colectivo, había visto
reducirse sus posibilidades de influir en las actividades económicas y de
beneficiarse de ellas. El Estado contaba con mayor poder en los ámbitos
político y económico. La economía había disminuido su apertura al exterior
(menos comercio y ninguna inversión extranjera). En esas condiciones, la
industrialización debería transcurrir por vías no transitadas con
anterioridad.
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Introducción
La autocracia zarista
La revolución de marzo de 1917
La revolución bolchevique de noviembre de 1917
La guerra civil y el comunismo de guerra
El nuevo estado soviético
La sucesión de Lenin
La dictadura de Stalin
Los planes quinquenales y la colectivización
de la agricultura
El estalinismo: una dictadura totalitaria
Una sociedad modelada por el terror
Conclusión
Textos históricos
Cuestionarios y ejercicios
Historia del mundo en el siglo XX
Historia de las relaciones internacionales
en el siglo XX
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