Las negociaciones entre soviéticos y norteamericanos para firmar acuerdos que
limitaron la producción de misiles estratégicos (de muy largo alcance)
cargadas con armas nucleares se iniciaron oficialmente en Helsinki en
noviembre de 1969.
Tras arduas negociaciones Breznev y Nixon firmaron en Moscú en mayo de 1972 los Acuerdos
SALT. Este tratado ponía límite a la construcción de armamentos
estratégicos y fijaba un número para los misiles intercontinentales (ICBM) y
los lanzadores de misiles instalados en submarinos (SLBM) que poseían la URSS
y los EEUU. También prácticamente prohibía el establecimiento de sistemas de
defensa antimisiles. Paradójicamente, estos acuerdos llevaban el "equilibrio
del terror" al absurdo, para que la disuasión consiga impedir la guerra era
necesario que las dos superpotencias no trataran de defender a sus poblaciones
de un ataque nuclear. La "mutua destrucción asegurada" era la única forma de
impedir el conflicto.
De cualquier manera, los acuerdos SALT simbolizan la distensión. Es el fin de
lo que los norteamericanos denominaron brinkmanship (la política de al
borde del abismo) y la búsqueda de relaciones estables con el adversario-socio.
Fueron también la consagración de la bipolaridad: los americanos reconocieron
definitivamente el acceso a la paridad de la URSS.
Berznev y Carter firmaron en Viena unos nuevos acuerdos, conocidos como
SALT II. Este acuerdo limitaba el número y el tipo de misiles nucleares
intercontinentales para las dos potencias.
Sin embargo, en el nuevo contexto de la invasión soviética de Afganistán y de
las crisis de los "euromisiles", el Senado americano se negó a ratificar los
acuerdos SALT II, juzgados como muy favorables para la URSS.
El nuevo rearme promovido por Reagan ( la Iniciativa de Defensa Estratégica
ponía fin a la prohibición para establecer sistemas de defensa antimisiles)
llevó al fin de los acuerdos SALT. En 1986, los EE.UU. se desvincularon
oficialmente de esos tratados.