La cuestión turca nos muestra un buen ejemplo de la vieja diplomacia secreta
que
Wilson y la
Sociedad de Naciones trataban de desterrar.
Británicos y franceses habían llegado a un acuerdo para repartirse las
posesiones árabes del Imperio Turco (Acuerdo Sykes-Picot, 1916), al que
añadieron un nuevo tratado secreto con los italianos concediéndoles algunos
territorios en el sur de Anatolia (Acuerdo de Saint-Jean-de-Maurienne, 1917). A
todo ello se unió al acabar el conflicto, la aprobación franco-británica a las
aspiraciones griegas en zonas de Anatolia con población helena.
El
Tratado de Sèvres en agosto de 1920 fue enormemente duro con Turquía y,
además, no tomó en cuenta el triunfo en Estambul de la revolución de
Mustafá
Kemal "Atatürk" en 1919. El nuevo líder turco representaba la causa
modernizadora y nacionalista ante las aspiraciones imperialistas de los
vencedores.
Tropas de la
Entente ocuparon Estambul en marzo de 1920 y, poco después, el
ejército griego inició la invasión del país. La guerra greco-turca (1919-1922)
que siguió, estuvo jalonada de masacres -más del 20% de la población masculina
de Anatolia murió- y concluyó con la victoria turca. Más de un millón de griegos
fueron deportados de Anatolia.
El
Tratado de Lausana (1923) puso fin al proceso de desintegración turco. Aunque
se mantuvieron cláusulas lesivas para Turquía, ésta mantuvo el control de
Anatolia y la Tracia oriental. Ese mismo año se abolió el Sultanato y se
proclamó la República Turca.
No hubo, sin embargo, ninguna concesión a Turquía en lo referente a sus
posesiones árabes. Gran Bretaña y Francia se repartieron las posesiones del
Oriente Medio, siguiendo, a grandes rasgos, lo establecido en el
Acuerdo
Sykes-Picot.

Uno de los grandes problemas que siguieron al fin de la primera guerra
mundial fue la fijación de las fronteras del nuevo estado soviético. La
Entente
desde el armisticio de diciembre de 1917 y, muy especialmente, desde el
Tratado
de Brest-Litovsk ayudaba activamente a los opositores al bolchevismo. Esta ayuda
se concretó al estallar la
guerra civil en 1918 en una activa intervención
militar en apoyo al Ejército Blanco.
El gobierno bolchevique tenía puesta su esperanza en la extensión de la
revolución al corazón de Europa. Los fracasos de la insurrección espartaquista
en Berlín y de la república soviética de
Béla Kun en Budapest pusieron fin a
estos sueños de revolución mundial.
No obstante, los éxitos del Ejército Rojo de Trotski forzaron un cambio de la
política de los Aliados. Las tropas de intervención fueron retiradas en 1919 y
se inició la conocida como política de cordón sanitario: se trataba de crear una
serie de estados antisoviéticos en la frontera occidental que permitieran frenar
la expansión del comunismo.
Aprovechando el caos de la derrota, la revolución y la
guerra civil,
finlandeses, bálticos y polacos se precipitaron a romper lazos con la antigua
potencia rusa. Así, con mayores o menores dificultades, Finlandia, Estonia,
Letonia y Lituania accedieron a la independencia.
En Polonia, el general
Jósef Pilsudski
había proclamado la República polaca en
noviembre de 1918. El nuevo estado buscó establecer unas fronteras lo más
favorables posible, no dudando en continuar guerreando contra alemanes, rusos o
ucranianos. Frenado, a instancias de los aliados, el ataque polaco en occidente
en enero de 1919, el gobierno de Varsovia continuó su expansión hacia el este,
alcanzando Kiev, la capital de Ucrania, en 1920.
Los aliados, en la figura del ministro de asuntos exteriores británico Lord
Curzon, propusieron una línea de frontera ruso-polaca, la línea Curzon, que
dividía la Rusia Blanca (Bielorrusia) entre los dos estados.
Tras llevar la iniciativa en la primera fase de la guerra, los polacos vieron
como el contraataque soviético llevó al Ejército Rojo hasta las puertas de
Varsovia. Los polacos resistieron con el apoyo francés. Finalmente, en marzo de
1921, se firmó el Tratado de Riga. La frontera ruso-polaca se fijaba en una
línea de 150 a 200 kilómetros al oriente de la línea Curzon.
A las grandes pérdidas territoriales rusas se le vino a añadir la Besarabia,
anexionada por Rumania.