Pese a que nunca había estado en el extranjero ni hablaba ningún idioma,
Hitler consideró siempre la política exterior como algo de su exclusiva
competencia. Su desconfianza llevó a que prescindiera progresivamente de los
servicios de los diplomáticos profesionales alemanes.
Hitler desarrolló su visión sobre la política exterior germana en el Mein
Kampf. La alianza con Gran Bretaña, cuyo imperio veía como un símbolo de la
superioridad de la raza germánica, e Italia, donde gobernaba su admirado
Mussolini, serviría para hacer frente a su "mortal enemigo", Francia. Los
grandes territorios de la Europa oriental y la URSS servirían como territorio
de expansión a un pueblo alemán en búsqueda de su "lebenraum" (espacio vital).
Desde 1933 Hitler llevó a cabo una política internacional expansionista
destinada a destruir el orden de Versalles. Abondonó la Sociedad de Naciones
en 1933 e inició el rearme en 1935. Tras remilitarizar Renania, intervino
junto a Mussolini en la guerra civil española en 1936. Esta colaboración llevó
a la formación ese mismo año del Eje Roma-Berlín. Ese mismo año firmó el pacto
Antikomintern con Japón.
Aprovechando la errónea política de apaciguamiento aplicada por las
democracias, desde 1937 se lanzó a una política expansionista que tenía como
objetivo último la guerra general. En 1938, consiguió el ansiado "Anschluss",
con la anexión de Austria, y, tras el pacto de Munich, la ocupación de los
Sudetes.
La invasión de Checoslovaquia mostró claramente sus intenciones
expansionistas e hizo abandonar a Gran Bretaña y Francia la suicida política
de apaciguamiento.
Ante la inminencia de la guerra, firmó en agosto de 1939 el Pacto de no
agresión germano-soviético. Días después, el 1 de septiembre de 1939 Alemania
atacó Polonia lo que precipitó la entrada en guerra de Francia y Alemania. La
segunda guerra mundial se había iniciado.
Desde un principio, Hitler acaparó las grandes decisiones estratégicas de
la guerra, a menudo en contra de la opinión de sus generales. Las victorias de
los primeros años le llevaron a tomar medidas catastróficas dictadas a veces
más por planteamientos ideológicos que por cálculos estratégicos. El ataque a
la Unión Soviética llevó a la batalla de Stalingrado, catástrofe bélica que
cambió el curso de la guerra y que, en buena medida, fue motivada por la
testaruda actitud del Führer, empecinado en mantener la ciudad que llevaba el
nombre del dictador soviético.
La política de exterminio contra la población judía o la actitud criminal
del ejército alemán en el frente oriental fueron impulsadas también desde la
cancillería del Reich. Hitler veía la guerra como la oportunidad de llevar a
cabo los delirios racistas y criminales que había recogido en su libro "Mein
Kampf".
En julio de 1944 sobrevivió a un atentado en su cuartel general de Prusia
oriental. El coronel Claus von Stauffenberg y otros militares fueron
inmediatamente ajusticiados. El propio Rommel se vio forzado al suicidio.
Aquejado de problemas de salud, Hitler se encerró en enero de 1945 en su
bunker en la cancillería del Reich en Berlín. Con las tropas soviéticas en
Berlín, Hitler finalmente asumió la inevitabilidad de su derrota. El 29 de
Abril se casó con su amante Eva Braun, dictó su testamento político nombrando
al almirant Dönitz jefe del estado y Goebbels canciller y, finalmente, se
suicidó tomando un veneno el 30 de abril de 1945. Pocos días más tarde el
Reich alemán aceptó su rendición incondicional.